Dios odia el divorcio
Por Isabel Velázquez
Los datos oficiales dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).el pasado 14 de febrero, considerado como el Día del Amor y la Amistad, indican que en México los matrimonios disminuyeron 1.5 por ciento, mientras que los divorcios aumentaron 3.2 por ciento en 2006, en comparación con el año anterior.
De acuerdo con las estadísticas oficiales de los juzgados civiles del país, durante todo 2006 se registraron 586 mil 978 matrimonios, cifra menor en 1.5 por ciento a los de 2005, cuando sumaron 595 mil 713. En cuanto a los divorcios, se realizaron 72 mil 396 en 2006 y 70 mil 184 en 2005, con un aumento de 3.2 por ciento.
Lo anterior debería poner en estado de alerta a la sociedad, y en especial al pueblo cristiano, porque se trata de cifras oficiales que no incluyen las separaciones de las llamadas uniones libres u otro tipo de convivencia equivalente al matrimonio.
Otros datos oficiales corroboran la tendencia demográfica a evitar el matrimonio a temprana edad y a posponer la llegada de los hijos. Por ejemplo, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2007, en México la población de 12 años o más ascendía a 80.5 millones, de los cuales 37.9 millones son hombres y 42.6 millones mujeres. De las personas en este rango de edad, 38 de cada 100 son solteras; 54 viven en pareja –casadas o en unión consensual– y ocho están separadas, divorciadas o viudas.
La población soltera del país se compone por 50.1 por ciento de mujeres y 49.9 por ciento de varones. De las personas solas, 54 por ciento son viudas, 32.5 por ciento separadas y 13.5 por ciento divorciadas.
Otros datos nos dan una idea de lo que pasa en la sociedad mexicana: la edad promedio al momento de contraer matrimonio en los hombres fue de 27.8 años por 25 de las mujeres. En 2006, la tasa bruta de nupcialidad (matrimonios por mil habitantes) en el país fue de 5.6. De cada 100 hombres que se casaron, 96 trabajaban al momento de contraer nupcias; de ellos, 57.2 por ciento era empleado; 14.7 por ciento jornalero o peón y 13 por ciento obrero, entre otros. En contraste, de cada 100 mujeres casadas, 41 trabajaban, en su mayoría como empleadas (77.2 por ciento).
Radiografía del divorcio
Acerca de las separaciones, el organismo informó que en 2006, por cada 100 enlaces realizados en el país hubo 12.3 divorcios; en 2000 la relación fue de 7.4 y en 1971 de 3.2. ¡En seis años creció más el porcentaje de separaciones que en las tres anteriores décadas!
Para 2006, 15 estados superan la proporción nacional. Los que tienen los valores más altos son: Baja California (29.9 divorcios por cada 100 matrimonios), Chihuahua (26.4) y Colima (23.6); en contraste, las de proporciones menores son Oaxaca (2.3), Tlaxcala (2.8) y Guerrero (5.1).
La edad promedio de los hombres al momento de divorciarse fue de 37.6 años y de las mujeres de 34.9 años. Los estados que registran las edades de mayor promedio para ambos sexos son Morelos, con 40.4 años los hombres y 37.2 años las mujeres; el Distrito Federal y San Luis Potosí, ambos con 39.2 y 36.7 años, respectivamente.
De las parejas casadas que se divorciaron en 2006, la unión de casi la mitad tuvo una duración de 10 años o más (49.5 por ciento), seguida de quienes estuvieron casados cinco años o menos (31 por ciento) y las que permanecieron unidas de seis a nueve años (19.2 por ciento).
El anterior dato, de que los matrimonios se disuelven luego de una década de convivencia, debería ponernos a pensar que ellos buscaron no separarse al primer disgusto, sino que procuraron resolver sus diferencias, lo cual al final resultó infructuoso.
De los hombres que se divorciaron, 22.5 por ciento declaró tener secundaria; 19.3 por ciento preparatoria y 19.1 por ciento estudios superiores; en el caso de las mujeres, las proporciones fueron de 23.3 por ciento, 17.8 por ciento y 17.2 por ciento, respectivamente.
¿Divorcio entre cristianos?
No hay cifras oficiales respecto de divorcios entre el pueblo cristiano. Lo que se sabe es que en muchas congregaciones cada vez es más frecuente este problema.
El divorcio se puede definir como la disolución oficial de un pacto establecido ante una autoridad. El fin perseguido es quedar en libertad de los derechos y las obligaciones adquiridas a la firma del contrato conuygal.
De acuerdo con el doctor Salvador Cárdenas, en México no siempre se permitió el divorcio. Durante mucho tiempo habían ciertas circunstancias de índole religioso que imperaban en el contexto social e impedían que el divorcio se pudiera obtener legalmente.
Fue hasta 1870 que se establecieron en el Código Civil las siete causas legales que podrían justificar la procedencia legal del divorcio: el adulterio de alguno de los cónyuges; la propuesta del esposo para prostituir a la esposa; incitación o la violencia hacia alguno de los cónyuges para que éste cometa un delito; la corrupción de la esposa o el marido hacia los hijos; el abandono del domicilio conyugal sin causa justificada; la crueldad y la acusación falsa echa por un cónyuge hacia el otro.
Algunas de esas causales se han modificado, como el tiempo fijado para el abandono de hogar, y se han agregado otras, como la del mutuo consentimiento y la bigamia.
¿Queremos agradar a Dios?
Es muy conocido el pasaje del Nuevo Testamento en el que los fariseos cuestionan al Señor Jesucristo respecto del divorcio y la respuesta del Hijo de Dios. El plan original del Padre, les dijo, era hacer familias unidas por amor. Varón y hembra los creó. Y los religiosos de aquel tiempo preguntaron: ¿Por qué pues, mandó Moisés dar carta de divorcio y permitió repudiar a la mujer? El Divino Maestro respondió: Por la dureza de vuestros corazones, mas al principio no fue así.
Pero hay otro pasaje más claro, en cuanto al divorcio. En Malaquías capítulo 2, el Espíritu Santo, el autor de la Biblia, especifica: “¿No hizo Él uno, habiendo en Él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seas desleales con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová el Dios de Israel ha dicho que Él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los Ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seais desleales”.
El propósito del matrimonio es formar una descendencia, una simiente santa, cuyo propósito es conformar entre todas las familias un pueblo santo, adquirido por Dios, donde el divorcio no está entre sus planes.
Dios, en cambio, ha provisto un camino distinto para la humanidad: el amor. Pero no esa clase de amor que se vincula con las relaciones sexuales o la atracción carnal, sino el amor que une: es sufrido, benigno, sin envidia, sin jactancia y sin vanidad. Un amor que no hace nada indebido, no busca los uyo, no se irrita y no guarda rencor. Un vínculo matrimonial que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta. Con estas características en el matrimonio, ¿habrá algo que pueda disolverlo?
martes, 25 de marzo de 2008
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