viernes, 20 de junio de 2008

La mirada triste del Señor

El día que Jesús guardó silencio
Por Batista Cortés

Aún no sé si ocurrió o fue un sueño. Sólo recuerdo que esa noche el cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear... Me encontré en aquel inmenso salón con un pared llena de tarjeteros, como los de las grandes bibliotecas. Los ficheros tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la atención uno titulado: “Muchachas que me han gustado”. Lo abrí por curiosidad y empecé a pasar las fichas. Tuve que detenerme por la impresión: había reconocido el nombre de cada una de ellas: ¡se trataba de las chicas que a mí me habían gustado!
Empecé a sospechar dónde me encontraba. Este inmenso salón de interminables ficheros era un crudo catálogo de mi existencia. Estaban escritas las acciones de toda mi vida, pequeños detalles y momentos que ya había olvidado. Por curiosidad abrí ficheros al azar para explorar el contenido.
Algunos me trajeron alegría y recuerdos dulces; otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intenso, que tuve que voltear a ver si alguien me observaba. El archivo “Amigos” estaba al lado de “Amigos que traicioné”. Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. “Libros que he leído”, “Mentiras que he dicho”, “Consuelo que he dado”, “Chistes sucios que conté”. Otros títulos eran: “Cosas hechas cuando estaba molesto”, “Videos que he visto”, en fin... no dejaban de sorprenderme de los títulos.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida. ¿Tuve tiempo para escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada ficha confirmaba la verdad. Cada una, escrita con mi letra y firmada por mí. Cuando vi el archivo “Canciones que he escuchado”, quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y ni así le vi fin. Me sentí avergonzado por la cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.
Llegué al archivo “Pensamientos lujuriosos” y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo abrí el cajón unos centímetros. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me sentí asqueado al constatar que “ese” momento, que yo creía escondido en la oscuridad, había quedado registrado. No necesitaba ver más... un instinto animal afloró en mí, un pensamiento dominaba mi mente: ¡nadie debe de ver estas tarjetas jamás! ¡Tengo que destruirlas! En un frenesí insano arranqué un cajón, sólo para descubrir que no podía siquiera arrancar una sola tarjeta, pues eran más duras que el acero. Vencido e indefenso, devolví el cajón a su lugar.
Empecé a sollozar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar mi situación: “Personas a las que les he compartido el Evangelio”. Al abrirlo, no encontré ni diez tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Caí de rodillas al suelo, llorando amargamente de vergüenza. De nuevo volví a pensar: “Nadie debe entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre”. Mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi... ¡Oh, no! Por favor, ¡no!, ¡cualquiera, menos Jesús!Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. Intuitivamente, Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza buscó mi mirada, y yo bajé la cabeza de vergüenza… y seguí llorando amargamente. Él se acercó, puso su mano en mi hombro y no dijo una sola palabra. Ese día, Jesús guardo silencio... Volvió a los archiveros y empezó a estampar su nombre en cada tarjeta encima de mi firma. ¡No!, grité. Tu nombre no tiene por qué estar en esas fichas. No son tus culpas, sino las mías. Pero Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas. No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con ternura y creí escucharlo decir: “Consumado es... Yo he cargado con tu vergüenza y tu culpa”.
Aún no sé si fue sueño, visión o realidad... de lo que sí estoy convencido es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón encontrará más fichas de qué alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas…

¿Qué buscas entre los muertos?
Editorial

La pregunta angelical nos invita a reflexionar: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” ¿Tiene el cristiano algún beneficio en asomarse a los altares de muertos o las fiestas de Halloween?
En el Antiguo Testamento se prohibía expresamente al sacerdote contaminar sus vestiduras o sus personas con la cercanía de cadáveres. Según la Palabra de Dios, nosotros somos reyes y sacerdotes para la gloria de Dios. Deberíamos tener cuidado de no usar nuestras vestiduras irreflexivamente. Ser cristiano es cuestión de fe. Por ejemplo, en el bautismo creemos que nace una nueva persona. Si no hay fe, el “bautizado” únicamente se mojó en agua. Así pasa con los días de brujas y muertos. La Biblia dice que nuestra lucha es contra espíritus que vagan por los aires. Es cuestión de creerle a la Palabra de Dios. Al abrir nuestra casa o permitir que nuestros hijos asistan a fiestas de muertos, abrimos puertas a espíritus inmundos. Hermano, ciérrale al diablo la puerta de tu casa y tu corazón. Porque nuestro Señor es Dios de vivos, no de muertos.

¡Detente, no te hagas daño!

El arma del suicida
Por Asael Velázquez

¿Te has encontrado alguna vez al borde de la desesperación? ¿Parece que no encuentras la salida a tu problema? ¿Te has hallado en el umbral de la angustia, del abandono, del desconsuelo? ¿Has deseado alguna vez, como el salmista, tener alas de paloma para escapar? ¿Y te ha llegado el deseo de salir por esa que llaman “la puerta falsa? ¿Te han dejado los problemas en “el desierto” y, como Job, has deseado nunca haber nacido?
Detente, te dice la voz de tu Amado, no te hagas daño. Porque a veces, entre la vida y la muerte, la luz y la noche, la cima y el abismo, parece que sólo hay una pequeña diferencia, una grave decisión puede tomar sólo algunos segundos de extrema desesperación. Como sucedió con el carcelero de Filipos. Dice la Biblia que cuando despertó y vio abierta la cárcel, sacó su espada para matarse, pues pensaba que los presos, por quienes tenía que responder a sus superiores con la vida, habían escapado.
Y cuando extiende su mano para quitarse la vida, el grito del Apóstol paraliza el arma homicida. ¡Detente, no te hagas daño!, que todos estamos aquí.
La extrema decisión de quitarse la vida puede tomar sólo unos segundos. ¿Qué debe estar pasando por la mente del suicida para desear morirse? Una extrema desesperación, angustia y soledad requieren de una extrema solución. Y el remedio se llama Jesucristo.
Sigue contando Hechos de los Apóstoles que cuando escuchó la voz del apóstol, el carcelero de Filipos pidió una luz y temblando aún de miedo fue a tirarse a los pies de Pablo y de Silas. Señores, les preguntó, ¿qué tengo qué hacer para salvarme? La respuesta fue contundente: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”.
Dios ha provisto un remedio eficaz para los desesperados, ninguneados, perseguidos, maltratados, encarcelados, enfermos terminales, pobres de espíritu, necios, para quienes no encuentran salida a sus problemas, para los endeudados, abatidos, heridos, molidos, despreciados y desechados. Para todos ellos, el Señor es la solución.
La puerta no es suicidarse. Porque quitarse la vida no debe siquiera entrar en los pensamientos del pueblo cristiano. Tal intención del corazón no puede provenir del Espíritu Santo. El Señor Jesucristo dejó muy clara la diferencia entre la vida y la muerte. Dijo: porque el diablo no vino sino a matar, a robar y a destruir. Pero el Cristo de la Gloria vino a dar vida en abundancia.
Si tú aceptas a Cristo como tu único y suficiente salvador, incluso en lo más profundo de la noche, en la celda más oscura, con las circunstancias en contra, como pasó con Pablo y Silas, tu amor por la vida, que proviene de lo alto, va a estar tan arraigado, que vas a estar orando y cantando himnos. Aun preso, tú serás libre. Y no desearás morirte, porque esa decisión sólo le corresponde al Altísimo, quien tiene contados, dice la Biblia, hasta los cabellos de nuestra cabeza. Y sólo a él le corresponde acortar o añadir días a nuestra existencia.
Y esa vida que habitará en lo profundo de tu ser será como una llama dentro de ti que se ha puesto en ti para que alumbre a quienes te rodean. Bendice, bendice siempre a tu prójimo. Porque quizá sin saberlo una palabra tuya de aliento, de consuelo, de amistad, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte para personas que te rodean. Tu voz puede ser el equivalente al grito del apóstol que quizá, sin que tú lo logres ver, logre detener a tiempo el arma de un suicida.

La puerta falsa
Por Olga Miranda
De acuerdo con datos de la Organización Panamericana de la Salud, de 2001 a 2007, cinco millones de personas en el mundo decidieron terminar con su existencia. La Organización Mundial de la Salud estima que el suicidio es la tercera causa de muerte entre los 15 y 29 años. En México, la tasa mayor está por los 15 años, lo cual es un drama, porque hace 15 años estaba en mayores de 65 años, generalmente por padecer alguna enfermedad crónico-degenerativa.
El suicidio es un fenómeno en crecimiento. Pasó de 2,736 en 2000 a 3,553 casos en 2005. De acuerdo con el INEGI se observa que del total, 525 fueron en personas entre los 15 y 19 años (313 hombres y 112 mujeres); la mayor parte de suicidios en México ocurre entre personas de 20 a 24 años (523: 430 hombres, 93 mujeres) y se registraron 462 suicidios entre los 25 y 29 años (396 hombres y 66 mujeres).
El grupo que incrementó los suicidios es el de los niños menores de 14 años, el cual (en 2005) alcanzó la alarmante cifra de 139 decesos, es decir, más de 11 suicidios mensuales.
Entre los motivos por los que se suicidan las personas están, en primer lugar, los disgustos familiares; en segundo lugar, causas amorosas y, en tercer lugar, por padecer enfermedades incurables, dato que lleva al segundo grupo de población de mayor incidencia de suicidios en el país, que es el de los adultos mayores de 65 años. En 2005 247 ancianos se quitaron la vida (229 hombres y 18 mujeres). El modo más usado por los suicidas es el ahorcamiento, quizá por escasez de recursos, si no usarían métodos más caros, como armas de fuego o medicamentos.

Los niños no son de la calle

Refugio para el menesteroso
Por Olga Miranda

Qué triste es ver a niños, jóvenes y adultos en las calles caminando sin rumbo, con la mirada perdida, la ropa desgarrada, sucia y maloliente. Algunas veces los vemos drogándose, otras pidiendo dinero, unas limpiando parabrisas o durmiendo en las coladeras. Son la parte de la sociedad que nadie quiere ver ni oír y pocos se acercan a ofrecerles ayuda económica o espiritual.
Como pueblo de Dios nuestro deber debería ser ayudar, pero la realidad es que muchos cristianos ni siquiera lo piensan y, mucho menos, los ayudan. Pero hay quien sí lo hace. Ministerios Adulam es una asociación civil cristiana que surgió hace once años con el objetivo de ayudar a rehabilitar y restaurar a drogadictos, alcohólicos, prostitutas, homosexuales, ladrones, grupos marginados y étnicos que viven en condiciones deplorables.
En entrevista con La Voz del Amado, Emilio Beltrán Corona, director de esta asociación, comentó que “Adulam no sólo se encarga de hablarles de la Palabra de Dios, sino de enseñarles el camino para una transformación total, que ellos puedan conocer al Dios todopoderoso y de esa manera acceder a una vida amor, esperanza y paz”.
“La realidad es que nuestra sociedad es corrupta y decadente y poco estamos haciendo como Iglesia. Adulam nace como una respuesta a esta sociedad decadente y tenemos una cobertura espiritual muy fuerte, de hombres de Dios”, puntualizó.
Una sociedad herida
El director de Adulam explicó que este ministerio nació como consecuencia de las heridas que vive nuestra sociedad, pues México tiene cerca de 350 mil niños y jóvenes en condición de calle, cerca de 20 mil menores son víctimas de prostitución y pornografía y, según cálculos conservadores, cada día mil jóvenes ingresan a las filas de la drogadicción y el alcoholismo.
Adicionalmente, cerca de 4.5 millones mujeres son madres solteras y nuestro país está entre los primeros lugares, a escala mundial, en secuestro, pornografía infantil, narcomenudeo, corrupción y violencia.
Beltrán Corona agregó que entre las principales causas por las que los niños abandonan su hogar está la pobreza extrema, “pues más de 50 millones de mexicanos viven en pobreza extrema y basta con ir a Chiapas y Oaxaca para ver lo que significa esto.
“Si desde pequeños sufren de hambre, entonces algunos empiezan a desertar del hogar. Es ahí donde ellos forman su carácter en la calle y los aborda la necesidad y desde niños se vuelven limpiaparabrisas de crucero, y comienzan a drogarse”, considera.
“Si no tienen un encuentro con Dios van a vivir con esta herida toda su vida. Se tiene que hacer algo. Dejemos de jugar a la iglesia y salgamos a emprender algo que transforme esas vidas”, aseguró.
Lugar de refugio
La visión de este ministerio se canaliza en dos sentidos. El primero se establece en la atención interna y la rehabilitación integral por medio de un modelo familiar, creador de valores y lazos afectivos, que intenta desarrollar un carácter responsable y una vida productiva. El segundo apunta hacia la ayuda externa, brindando apoyo a los diferentes sectores necesitados de la población. Se materializa esta ayuda mediante la donación de ropa, despensas, artículos escolares y brigadas de salud, entre otros.
Adulam atiende a 700 niños en Casas Hogar y cinco mil menores en comunidades indígenas. Trabaja con muchos grupos étnicos: mixes, chatitos, zapotecos, de la costa, tzotziles, choles, lacandones, tzetzales y tojolabales.
“Estamos haciendo cosas impresionantes, porque es una forma de evangelismo que la Iglesia no conocía. Estos niños están siendo alcanzados por Dios, Él los está bendiciendo y se están haciendo cosas gloriosas entre los grupos marginados.
“Nosotros como institución no podemos quedarnos aquí, hay que ir por más desamparados. En el país tenemos 130 grupos que atendemos en la calle. Tener misericordia y asistir al menesteroso es algo que todo hijo de Dios debería hacer, pues lo dice la Biblia”.

Controversia
Sin historia
Por Juan Elías Vázquez

Nadie sabe de dónde vienen y adónde van los niños que deambulan por las calles. Parece como si hubieran nacido ahí y en ese sitio estuvieran condenados a crecer. Cuando nos topamos con ellos, quizá, tengamos compasión y hasta les regalemos una moneda, pero después los olvidamos. Los niños de la calle, por definición, no pertenecen al hogar, al engranaje social, han quedado excluidos de nosotros.
Los niños de la calle no tienen historia. La sociedad no sabe o no quiere saber de dónde salieron por primera vez, si lo que pepenan les da para comer, si tienen dónde dormir, si tienen familia, si van a sobrevivir el día siguiente. Al considerar a esos chicos “de la calle”, el discurso oficial concentra su mirada en la situación actual, como si fuera un fenómeno irreparable, soslayando la historia personal-familiar que hay detrás de cada pequeño en desgracia. La situación de esos niños puede ser cambiada, si los vemos como dueños de un rostro humano y de una historia individual. Dejar de percibirlos como si tuvieran un mal incurable.

Clima de violencia

Contentos en nuestra Jerusalén
Por Roberto Pérez Ortiz

Desde hace aproximadamente 15 años, la inseguridad se ha convertido en un tema primordial para la ciudadanía. La violencia se ha transformado en un asunto prioritario, principalmente por el incremento en la criminalidad en la década pasada: desde secuestros, asaltos bancarios, narcotráfico, fraudes, robo de autos y casas, hasta los “nuevos” delitos, como el secuestro exprés.
En México, las tasas globales de homicidios han disminuido en los años recientes, según los datos oficiales; aunque eso depende de la zona geográfica, pues el fenómeno es al contrario en donde opera el narcotráfico. Otro factor preocupante es el incremento del robo con violencia.
Y a todo esto, ¿qué hace la Iglesia?, ¿los pastores?, ¿los líderes de jóvenes? Las cifras crecientes muestran una realidad contundente. Por ejemplo, mientras que en el municipio de Nezahualcóyotl se denunciaron (enero-mayo de 2007), 500 robos a casas-habitación, dos mil asaltos en la calle y 200 violaciones o intentos de violación, en ese mismo territorio sólo hay 76 asociaciones religiosas registradas ante Gobernación y, según cálculos conservadores, 300 templos o casas de oración. Y algo parecido pasa en el DF.
El pueblo de Dios, y sobre todo los jefes de los escuadrones de Israel, deberían volver a reflexionar acerca de su misión. Aquí la pregunta es: ¿No nos estamos encerrando entre las cuatro paredes de la casa de oración?, ¿tan contentos estamos en nuestro Jerusalén, que Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra se nos hacen muy distantes? ¿La Iglesia habrá olvidado ya la Gran Comisión?

No temeré mal alguno…
Por Hazael Velázquez

Nunca en el país se había sentido un clima de violencia como el que se inició en el sexenio actual. Más de mil 300 ejecutados en lo que va del año (agosto 2007), casi el doble que en 2006, nos indican qué tanto la delincuencia ha penetrado a la sociedad. Hombres mujeres, incluso niños, han sido degollados, incinerados, torturados, descuartizados o asesinados con el tiro de gracia. La ciudad más grande del mundo es también una de las más violentas y el Edomex ocupa el nada honroso primer lugar en feminicidios del país.
Cuántos amables lectores pueden dar testimonio de un familiar, amigo o vecino que ha sido víctima de un robo, un secuestro u otro tipo de agresión violenta. Según cálculos oficiales, 7.5% de las familias mexicanas han sufrido una agresión del crimen.
Pero ante tanta inseguridad, brutalidad y crueldad, ¿debemos encerrarnos en nuestras casas porque el león anda en las calles? De ninguna manera, Nosotros debemos confiar en que nuestro guardador no se dormirá ni se adormecerá el que guarda nuestra alma.
La voz del amado es muy clara: “Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra, mas a ti no llegará”.

Violencia, según expertos
La violencia es una palabra que ha terminado por formar parte de nuestra cotidianidad. Lo preocupante es que está presente en todos los ámbitos: en la familia, la calle, el trabajo, la escuela, los medios de comunicación y en cualquier conversación se menciona frecuentemente.
José Luis Vera Cortés, investigador de Ciencias Biológicas de la UNAM, explica que para algunos expertos la violencia está enraizada en nuestros antiguos orígenes y forma parte de la naturaleza humana. La violencia consiste en poner la agresividad al servicio de ideas y creencias que la tornan intencionalmente dañina. No nacemos con tales creencias, sino las adquirimos a lo largo de nuestra socialización.
(Con información de Olga Miranda)

El inminente regreso
Por Isabel Velázquez

El crecimiento de tanta violencia y maldad en el mundo nos habla de un escenario descrito por la Biblia. Al hablar de su regreso, Jesucristo detalló estos últimos tiempos. Habrá angustia de la gente y confusión, “desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la Tierra” (Luc. 21:25-26).
Guerras, sediciones, hambre, terror, persecución y maldad son “principio de dolores”. Periódicos, cine, internet, radio y televisión dan cuenta precisa de que vivimos tiempos peligrosos. La maldad y la violencia están presentes y los medios nos corroboran que realmente se trata de los días finales, los del inminente regreso del Señor.
¿Cuál debe ser la actitud del cristiano ante la maldad y la violencia? ¿Debe el creyente “desfallecer por el temor” ante la ola de crímenes, violaciones, robos, y ejecuciones? De ninguna manera. La Biblia nos anticipa que, cuando oigamos y veamos esto, “no os alarméis, porque es necesario que estas cosas acontezcan” (Luc. 21:9), sino que debe haber gozo en nuestro corazón, al ver cómo se cumplen las profecías sobre el regreso de Jesucristo. “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”.

Compadecerse del hijo de su vientre

Abortan el amor por la vida
Por Olga Miranda

Uno de los privilegios más grandes que Dios le dio a la mujer es la oportunidad de ser madre y amar a sus hijos. Quizá por eso, una de las primeras órdenes dadas a Adán y Eva fue la de “creced y multiplicaos”.
Pero la Biblia también enseña que, “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se resfriará”. No puede entenderse de otro modo la ausencia de cariño de la madre al fruto de sus entrañas, que deriva en la decisión de “matar” al supuesto producto del amor. Y esa falta de amor se trasforma, con el tiempo, en costumbres, iniciativas y, finalmente, en leyes.
Como es público, el Distrito Federal es la primera urbe latinoamericana en despenalizar el aborto. Una amplia mayoría legislativa (PRD, PRI, Nueva Alianza, Alternativa y Convergencia, con la oposición del PAN y PVEM) modificó la definición de aborto en el artículo 144 del Código Penal local, y estableció como legal la interrupción del embarazo “antes de la decimosegunda semana de gestación”, aunque también se redujo la penalidad para las mujeres que recurran al aborto de uno a tres años de cárcel a solamente tres a seis meses o bien a 100 a 300 días de trabajo comunitario. Las reformas a la Ley de Salud fueron aprobadas por 46 votos en favor, 19 en contra y una abstención.
Además, la Ley de Salud del DF obliga a las instituciones públicas a atender cualquier solicitud de aborto. El delito sólo se castigará cuando se haya consumado, no cuando sólo se intente, siempre y cuando no formen parte de las cuatro excluyentes (violación; por imprudencia; malformaciones genéticas, y por riesgo a la salud de la madre).
Por medio del profeta Isaías, el Señor preguntaba: ¿Podrá la mujer dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Parecía imposible. Ahora es legal. No se equivocó nuestro Señor: por haberse multiplicado la maldad, el amor de las madres por los hijos está en el congelador.
Todo empezó desde 1920
La primera propuesta de despenalización del aborto data de 1920, atribuida a un grupo de mujeres feministas. La Convención de Unificación Penal, en 1936, presentó el texto “El aborto por causas sociales y económicas”, en el que proponían la despenalización completa del aborto. En 1976, la Coalición de Mujeres Feministas y en 1983, el entonces presidente Miguel de la Madrid, intentaron modificar el Código Penal para reformar las disposiciones relativas al aborto y al adulterio, pero fueron desechadas.
En 1989 se permitió que las embarazadas por violación pudieran abortar legalmente en la Ciudad de México. En 1991, el presidente Carlos Salinas de Gortari envió a la Cámara de Diputados una iniciativa para permitir el aborto por razones económicas, pero el PAN consiguió que se rechazara. Fue hasta el 24 de abril de 2007 cuando se aprobaron las reformas al Código Penal y a la Ley de Salud para despenalizar el aborto en el Distrito Federal.

¿Deben los médicos interrumpir la vida?
Por Asael Velázquez
Los diputados de la ALDF que legalizaron el aborto el pasado 25 de abril (2007) esperaban que, al convertirlo en ley, terminaran las protestas en favor de la vida. En realidad, lo que provocaron es que el debate en la capital de la República se extendiera a todo el país. Al tema de la decisión de las mujeres se suma ahora la decisión de los médicos, quienes pueden ejercer el derecho a la “objeción de conciencia” para negarse a practicar abortos. Porque así como para pelear se necesitan dos, para que una mujer aborte, es necesario el personal médico que practique la intervención quirúrgica.
El asunto polémico es si, al interrumpir el embarazo, el médico está faltando al juramento hipocrático de defender la vida hasta sus últimas consecuencias. Y para los médicos cristianos (si es que alguno, sin razonarlo, hubiese pensado practicar un aborto), el asunto está en que al quitar la vida a un embrión ¿no se está tratando de poner en lugar de Dios, quien es el único que da vida y puede quitarla?


La Voz del Siervo
Pastor Misael Chávez Ocampo

A lo largo de su historia, la humanidad ha tratado de burlar las leyes divinas y ha disfrazado el pecado con diversos nombres, excusas y argumentos. El hombre ha buscado la manera de no cumplir los mandamientos de Dios, aunque para eso tenga que cambiar las leyes. Ese es el caso actual del aborto.
La eterna Palabra de Dios expresa claramente la prohibición de quitar la vida. No matarás, ordena, pero el hombre ha hecho caso omiso y se ha atestado, dice el apóstol Pablo, de toda iniquidad, maldad y homicidio.
Asimismo, las Escrituras afirman que el fruto del vientre es “cosa de estima” al Creador y que sus ojos vigilan que el embrión sea formado completo dentro de la madre.
La vida es un regalo del cielo. Sólo el Padre puede quitarla. Cualquier intento por interrumpirla es un asesinato. No es cuestión de 4 o 12 semanas. Arrebatar la vida es un crimen, se le quiera describir con un nombre bonito o disfrazar de modernidad. ¡Ay de lo que a lo malo llaman bueno!

La célula de la sociedad

La familia, amenazada
Por Asael Velázquez

Como en los días de Noé… En los años más recientes se ha perpetrado un ataque directo y sistemático en contra de la familia, la célula de la sociedad, la institución básica de la transmisión de valores. Mucho de lo podrido en nuestro mundo actual se puede explicar por la ausencia de ética, moral y decencia en los hogares. Y aunque a los cristianos no debiera sorprendernos demasiado la situación –debido a que estos tiempos forman parte de las señales previas al rapto de la Novia–, sí es necesario que las iglesias, en cuanto instituciones sociales, levanten la voz para dejar en claro lo que la Biblia dice, por ejemplo, acerca de la unión entre homosexuales, el aborto, la violencia y el divorcio.
Precisamente, estos asuntos son los actuales dardos de fuego con las cuales el enemigo de nuestras almas pretende atacar a nuestra familia, a nuestras familias cristianas en el Distrito Federal y en su zona conurbada, incluido el oriente del Estado de México.
El pasado 16 de marzo de 2007, el Gobierno del Distrito Federal, encabezado por Marcelo Ebrard, legalizó las así llamadas sociedades de convivencia, reglamento mediante el cual, sólo ese día, 580 parejas de homosexuales formalizaron su unión para formar su propia “familia”.
Desde el lunes 5 de marzo, la Gaceta Oficial del Gobierno del Distrito Federal publicó los 15 artículos de los que consta la Ley de Sociedades de Convivencia, donde se explican los lineamientos para la constitución, modificación, adición, ratificación, registro y terminación de tales uniones.
Con 42 pesos, pagados en cualquier oficina de la Tesorería del GDF, cientos de personas han legalizado esta abominación a los ojos de Dios. “Se casaban y se daban en casamiento”, dijo el Señor al describir los tiempos prediluvianos. Y el diablo ha agregado el resto.
Pero los sodomitas no son los únicos que están de fiesta. La fracción del PRD en la Asamblea Legislativa en la capital de la República ha presentado una iniciativa que, al momento de escribir estas líneas (mayo 2007), tiene todas las probabilidades de ser aprobada por la mayoría de los diputados: la que despenaliza el aborto.
La mujer tiene el derecho de decidir sobre su cuerpo, han argumentado los diputados para obligar al Estado tanto a quitar las penas contra las mujeres que decidan interrumpir el embarazo como a los médicos que los realicen, aunque ignoren el juramento hipocrático de salvar la vida y violen el sexto mandamiento de la ley de Dios.
Y para rematar, desde hace décadas reina la violencia en los hogares, de tal forma que las parejas, incluso las cristianas, han optado por vivir en contra del plan de Dios: la unión libre, los encuentros de ocasión o el divorcio. Vea si no. Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) existen en el país 25 millones de personas solteras, de las cuales, 13 millones son hombres y 12 millones mujeres; y de esos, cinco millones están separados, divorciados o viudos.
En 2002, los matrimonios disminuyeron en casi 49 mil respecto de 2001, mientras que los divorcios aumentaron poco más de 3 mil desde 2000, y más de 23 mil considerando la década de los noventa. De acuerdo con las cifras más recientes del INEGI, el año pasado hubo 60 mil 641 divorcios.


Un proyecto divino
Por Batista Cortés

En el Evangelio de Juan 14:1-4 el Señor Jesucristo nos muestra que el cielo es un hogar, la “casa del Padre” y que ahí viviremos para siempre, porque somos parte de la familia de Dios. Hogar: palabra maravillosa, capaz de fascinar y ablandar el corazón más endurecido, que tiene un singular magnetismo que atrae y encierra una dulzura y atractivo especial, da fuerzas al marinero en altamar, y es capaz de atraer a los emigrantes desde las distancias más lejanas y desde el país más remoto.Hay una gran diferencia entre hogar y casa. La misma que hay entre una persona viva y una muerta. Al hogar no lo componen cuatro paredes o un buen resguardo. No es estar juntos, viviendo bajo el mismo techo. Es aquel donde las llamas del amor se mezclan y se remontan al cielo, dando gloria a Dios. ¿Qué convierte una casa en un hogar? No es la estructura del edificio o el decorado, sino la práctica cotidiana del amor, la tolerancia, el dominio propio, la comprensión, el diálogo, etcétera.

Controversia

Congoja e indignación
Por Juan Elías Vázquez

Van varias veces que quiero escribir lo que pienso y no hallo la mejor manera de expresarlo. Decir que me preocupa e inquieta que ahora las embarazadas puedan optar legalmente por el aborto; que aumenta el numero de divorcios; que exista una iniciativa que busca facilitar ese penoso proceso de separación; que la homosexualidad sea vista como una forma de vida normal y permisible; que los “hombres” puedan embarazarse; que, como cristiano, no hago mayor cosa por remediar tal situación; vaya, ni siquiera alzar mi voz en señal de descontento.
Y no puedo expresarlo sin cierta congoja, porque plantear la anterior serie de preocupaciones lo sitúa a uno en la categoría del ser anticuado y mojigato que ni avanza ni deja espacio para el progreso.
Tengo que aceptar que mi pobre descontento evade el análisis de fondo de los problemas expuestos. Siendo así, mi discurso carece de validez periodística o científica. Esto mío es más parecido a una charla de banqueta, donde un ciudadano expresa su particular punto de vista en un lenguaje llano, carente de rigor reflexivo. Pero, parece, que a eso han quedado reducidas las opiniones contrarias a la corriente de modernidad y de avances sociales que ha traído consigo una nueva clase política. Aquella que se ha propuesto llevar a México a los planos superiores de convivencia, como la que se da en los países más prósperos y avanzados del mundo.
No queda, pues, lugar que valga la pena para los amargados y reaccionarios. Lo único que puedo hacer ahora es verter mi indignación por medio de estas letras y quedarme quieto, pues lejos está de mí pedir el linchamiento o la represión, que tampoco remedian nada ni, mucho menos, pueden alojarse –dichas intenciones– en el corazón de un cristiano.
Lo peor sería que yo me creyera el apóstol Pablo, quien –dice el libro de Hechos– “se deshacía su espíritu” viendo la ciudad de Atenas entregada a la frivolidad y la idolatría. Entre paréntesis, ese pasaje también narra lo siguiente: “Entonces todos los atenienses y los huéspedes extranjeros, en ninguna otra cosa entendían, sino en decir o en oír alguna cosa nueva” (Hech 17:16, 21).
No obstante, encuentro que el mismo apóstol dijo: “Sed imitadores de mí, como yo de Cristo”. Esta convocación de san Pablo es mucho más alentadora que todo lo que hasta ahora he oído. Porque, ¿qué hizo Pablo en Atenas; en esa ciudad, donde los políticos acomodados en el nido de la democracia derrochaban al máximo su libertad en tareas tan vanas como el oír y seguir cualquier cosa, siempre y cuando fuera nueva? Disputaba en la sinagoga con los religiosos y predicaba las Buenas Nuevas en las plazas a quienes querían escucharlo. Algunos, casi todos, tomaron la enseñanza de Pablo como nueva y efímera palabrería, y como tal terminaron desechándola. De Atenas, la red del pescador sacó pobre recompensa: Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Damaris y otros poquitos con ellos. ¿Cuántos estamos dispuestos a predicar en las calles y en las plazas las verdaderas Nuevas de Cristo a los pocos o muchos que nos quieran oír, y cuántos seguiremos yéndonos en pos de cualquier cosa nueva? Mi inquietud sigue.

La voz del siervo

Las armas de nuestra milicia
Pastor Jesús Gómez Ibarra

Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
2ª a los Corintios 10:4

En este mundo, el cristiano libra constantemente una batalla contra las poderosas fuerzas del mal lideradas por Satán. La atmósfera en la que el cristiano se desenvuelve está infestada en todas partes por esas fuerzas a las que Pablo identifica como principados, potestades, señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas y malicias espirituales (Efesios 6:12). La influencia de estas fuerzas sobre las criaturas se manifiesta en las obras de la carne, lo que se traduce en adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, banqueteos y cosas semejantes (Gal. 5:19-21).
Pero hay otras armas que luchan contra las descritas y que, sin ser ruidosas ni aparatosas, son mucho más fuertes y efectivas. Éstas sólo pueden ser usadas por quienes han sido redimidos por la sangre de Jesucristo, es decir, las armas de nuestra milicia, que se traducen en caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza y cosas afines (Gal. 5:22-23)
Esta es la diferencia entre las armas del mal y del bien. Quienes viven en el mal, no solamente las utilizan contra el bien, sino aun contra ellos mismos. Se pelean unos con otros, se odian, se lastiman y hasta se matan. Los matrimonios compiten a ver quién grita más fuerte o quién maltrata más a los hijos. Odio provoca odio, rencor genera rencor y orgullo, orgullo. Es una cadena que, de padres a hijos, parece no terminar, lo que da como resultado una sociedad decadente y sin valores.
El concepto divino es totalmente diferente. “No seas vencido de lo malo, mas vence con el bien el mal” (Rom 12:21). El cristiano tiene, en este sentido, el arma poderosa para vencer los ataques del enemigo en la esfera social donde se desenvuelve (Mat. 5:44) y también salir victorioso cuando el mal ataca la integridad del hogar. El mal es vencido con el bien. No se trata de ver quién grita más fuerte, sino de dominar la situación (Prov. 5:1).
Y tú, ¿has vencido al mal o éste te está ganando la batalla? ¿Hasta qué grado las fuerzas del mal han influenciado tu hogar y tu vida espiritual?