miércoles, 29 de julio de 2009

Jesucristo derrotó al VIH
Por Joel Vázquez Embriz


Se sabía en la Iglesia que la hermana Ana Celorio y su pequeño hijo Abraham estaban enfermos de sida. La hermana Ana fue contagiada por su esposo, ya fallecido, mientras que Abraham tenía VIH desde su nacimiento. Por labios de ella, y al no poder ocultarlo, la congregación se había enterado. Quien se veía más enfermo era el niño. Varias veces tuvieron que internarlo en el hospital, y los médicos no daban muchas esperanzas. En una de esas visitas forzadas a la clínica quiso el Señor Jesucristo comenzar a hacer la obra de restauración. La congregación, sobre todo el hermano Carlos Martínez, acudían periódicamente al hospital y ahí oraban con mucha devoción por el niño y su madre. Gracias a esta labor del Espíritu Santo, la hermana Ana comenzó a sanar, aunque primero de su alma, pues ella se había apartado un tiempo del Camino.

El sábado 7 de marzo de 2003, en un culto de sanidad divina, la hermana y su pequeño pasaron al altar para ser ungidos. Habían escuchado que la Palabra de Dios enseñaba que “la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si estuviere en pecados, le serán perdonados” (Stg 5:14, 15). Así pues, ambos fueron puestos en las manos cuidadosas del Señor y los resultados no se hicieron esperar. En un culto dominical posterior, la hermana Ana se levantó y testificó que Dios había desaparecido de su organismo al virus asesino que ningún medicamento puede erradicar. Contó que los médicos no creían que el niño estuviera sano, que pensaban que había algún error en los análisis, si no en los actuales, en los pasados y que, por lo tanto, Abraham nunca había estado enfermo, etcétera. Este milagro ocurrió en la iglesia de Xicaltepec Autopan, Estado de México, lugar al que ahora, cada que hay enfermos en fase terminal, llega el doctor que atendió a Abraham para pedirle al hermano Carlos y a la Iglesia que oren por ellos. Así es Dios que, además de sanar, salva de la muerte espiritual a quienes a Él se allegan.