miércoles, 29 de julio de 2009

Jesús me dió un nuevo corazón
Por Olga Miranda

Los milagros que el alto Dios ha hecho
conmigo, conviene que yo los publique
Daniel 4:2

¿Qué haría usted si le dijeran que tiene tres días de vida? ¿Pasaría el tiempo con sus seres queridos, comería sus platillos favoritos o acudiría al altar a derramar su alma delante de Dios?

Al hermano Tomás García Vázquez, de la Iglesia del Dios Vivo, El Buen Pastor, de Nezahualcóyotl, Dios lo sanó, no obstante que un cardiólogo del Centro Médico La Raza, del IMSS, le daba tres días de vida. De hecho, él se convirtió al Evangelio a causa de este milagro.
Empezó su problema en 1991, cuando le dieron dos infartos. Salió de la clínica 25 del Seguro Social en silla de ruedas. No podía caminar ni comer ni peinarse con sus propias manos. Un día, la hermana Noemí Márquez, que vende ropa en el tianguis, le habló de ir al consultorio de un doctor “que no cobra”. Su esposo Juan y su hijo David fueron entonces a la casa del hermano Tomás y lo llevaron por primera vez al templo y un pastor lo ungió, pero él confiesa que no creía nada. Inclusive cuando los hermanos lo visitaban en su casa, él los corría. “Me acuerdo que le decía a mi esposa: ya vienen a molestar esos individuos, ¡sácalos de aquí! Fíjate, si no me compongo con la medicina que me da el doctor, crees que me voy a componer con una oración. Pues no. ¡Diles que se larguen!”. A pesar de las groserías con que eran recibidos, los hermanos insistieron e insistieron.
Un día, cuando se puso muy grave, lo llevaron a la clínica 25 y de ahí lo mandaron al Centro Médico Siglo XXI y de ahí lo trasladaron a La Raza. Ahí estuvo 28 días internado.
El cardiólogo le explicó que tenía dos arterias lastimadas en el corazón, y un aneurisma en la vena aorta a punto de reventarse, porque era muy delgadita, “y si se la destapamos va a reventar y no lo podríamos operar”.
Al día siguiente, cuando ya venían los camilleros para llevarlo al quirófano, sin saber por qué y sin titubeos, les dijo que no se iba a operar. Minutos después vino el cardiólogo a convencerlo: Señor, se va a morir, le dijo, su vena aorta está por reventar.
Ante la insistencia, lo dio de alta. Mire, señor, nosotros ya no somos responsables de lo que le pueda pasar, porque usted en el camino, con cualquier esfuerzo, se le puede reventar esa vena, ¡usted no dilata ni tres días en su casa, se va a morir!, le advirtió.
“Ese día vinieron a mi casa los pastores, los recibí y me predicaron la Palabra de Dios. En ese momento de angustia y dolor, el pastor Jesús Belmonte me preguntó si yo creía en el Señor Jesucristo. Le contesté que sí. Sin darme cuenta ni saber cómo, la Palabra de Dios ya había entrado en mi corazón.
“Los hermanos me empezaron a decir: vamos a orar por usted, hoy usted se va a levantar de esta cama, Dios lo va sanar. Va a morir para el mundo y va a vivir para Cristo. Hicieron una oración tan ferviente que, cuando ellos estaban orando, empecé a sudar y se calentó todo mi cuerpo y fue un acto divino, algo precioso que jamás en mi vida lo había sentido, Dios me había sanado. Desde ese día, aquí estoy para la honra y gloria de Dios. Tengo 16 años de vida desde ese milagro que el Señor Jesús hizo.
“Cuando se fueron los hermanos se fueron, le dije a mi esposa: quiero ir al baño. Ella me preguntó si me ayudaba. Le dije: no, yo puedo solo. En ese instante pude levantarme, regresé a mi cama. Al siguiente día me levanté a desayunar, pero ya no fue necesario que me dieran en la boca, porque desayuné con mis propias manos. Fue algo maravilloso. Verdaderamente había sido sanado.
“Hermanos, les platico este testimonio, porque mucha gente no me cree, pero quiero decirle a todo el mundo que Cristo salva y este testimonio de la enfermedad que yo tenía quedó registrada en los expedientes de los hospitales donde me atendieron.
“Hoy tengo 72 años de vida que me ha prestado Dios y he hecho muchas cosas que según los médicos no debería de hacer, no tomo medicina porque Dios hizo la obra completa. Por eso los invito a creer en el Señor Jesús, que se conviertan al Evangelio porque creemos en un Dios vivo, que nos sana de todas nuestra enfermedades del cuerpo y del alma.”