miércoles, 29 de julio de 2009

Los tiempos del Señor

Barack Obama ¿el inicio del fin?

Por Olga Miranda


La asunción de Barack Hussein Obama a la presidencia de Estados Unidos, el país más poderoso de la Tierra, ha traído una serie de inquietudes acerca del futuro del planeta. La llegada del primer mandatario negro en esa racista nación ha abierto la puerta a todo tipo de especulaciones escatológicas y muchas personas ya ven cercano el fin del mundo y el inicio del cumplimiento de las profecías bíblicas.

Es cierto que el nuevo mandatario enfrenta un panorama desolador. Estados Unidos vive el peor proceso de recesión económica de su historia, inclusive más devastador que la Gran Depresión de 1929. Esta crisis ha repercutido en todo el mundo, incluido México, por lo que Obama se enfrenta en realidad a una prueba sobre el liderazgo –su liderazgo– de la Unión Americana en el concierto internacional.
Muchos ven esta crisis como el inicio del fin. De acuerdo con una interpretación de las Sagradas Escrituras, el Anticristo –el líder mundial religioso y político que dominará al mundo– tendrá que surgir de la antigua Babilonia, apoyada por diez naciones de Europa. Para eso, el imperio estadounidense tendrá que caer, tarde o temprano. Y según esta visión, el resbalón ya comenzó el año pasado. El dólar se tendrá que supeditar, primero, al euro y luego al resurgimiento del Medio Oriente, de donde saldrá presuntamente el nuevo orden mundial.
Por eso, el relevo presidencial en Estados Unidos cobra especial importancia para el pueblo cristiano, sobre todo al reflexionar que esa aún poderosa nación ha sido baluarte en la predicación del evangelio y en la extensión de los valores bíblicos en el mundo. De ahí han surgido misioneros hacia prácticamente todas las naciones, incluidas las comunidades del norte de México a principios del siglo XX.

Discurso multirracial
Barack Obama nació en Honolulu, Hawaii. Está casado con Michelle Robinson Obama. La pareja tiene dos hijas: Malia Ann y Natasha (Sasha).
El 20 de enero pasado prestó juramento como el 44 presidente de Estados Unidos. Recibe como herencia de George Bush dos guerras: en Irak y en Afganistán, a las que deben sumarse la recesión económica mundial. Además, deberá enfrentar la crisis de Oriente Medio, una zona especialmente conflictiva. ¿Mantendrá el nuevo mandatario el histórico apoyo a la nación de Israel?
Pero, ¿cómo es que en una nación proverbialmente racista pudo asumir el poder un hombre de origen afroamericano?
El discurso social multirracial de este abogado demócrata de 47 años y su imagen fresca, además de un temple de acero en los momentos cruciales de la contienda, fueron algunas de las principales razones que lo catapultaron a la presidencia.
Obama se graduó de la Universidad de Columbia y de la prestigiosa escuela de derecho Harvard Law School. Fue senador por el estado de Illinois. Apenas fue el quinto legislador afroamericano en el Senado estadounidense y fue el primer candidato afroamericano del Partido Demócrata.

Entre los sueños y la esperanza
Obama regresó a Hawaii a los diez años para vivir con sus abuelos maternos y tener acceso así a una mejor educación. Ese ir y venir lo ha equipado, en su opinión, con las herramientas necesarias para tender puentes y forjar alianzas. Su media hermana, Maya Soetoro-Ng, lo explica de otra manera: “Se mueve entre varios mundos, es lo que ha hecho toda su vida”.
Bautizado por algunos como “la gran esperanza blanca”, por encarnar el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales, Obama ganó relevancia en el panorama político estadounidense durante la convención nacional del Partido Demócrata en Boston, en 2004.
Fue allí donde pronunció el discurso programático en el que instó a cerrar las heridas raciales abiertas en el país. “No hay un EU blanco y un EU negro, sino sólo los Estados Unidos de América”, dijo entonces.
Además de conciliatorio y unificador, el mensaje del joven senador de Illinois fue también un mensaje de esperanza, ingredientes que impregnan desde entonces su retórica.
Su esperanza, según él mismo proclama, “es la de los esclavos entonando cánticos de libertad frente a la lumbre, la de los inmigrantes que emprenden rumbo a costas lejanas”.
Pudo estudiar en las universidades de Columbia y Harvard; luego vino la etapa como profesor y defensor de los derechos civiles en Chicago, su elección como senador estatal y su desembarco como senador en Washington en 2004.
Ayudado por su carisma, Obama se ha ganado una popularidad similar a la de una estrella del rock, que sus rivales políticos han utilizado contra él para presentarlo como una simple “celebridad” con mucha labia y escasa preparación para los desafíos del poder.
Sus dos libros autobiográficos The Audacity of Hope (La audacia de la esperanza) y Dreams from my father (Sueños de mi padre) se han convertido en los más vendidos.
Los observadores mencionan con frecuencia que el secreto de su éxito obedece a un arma rudimentaria: el poder de la palabra. Pero no sería sino hasta 2004, durante su campaña hacia el Senado, cuando introdujo los elementos de “esperanza, cambio y futuro”, que ahora tiñen la entusiasta retórica que tan buenos resultados le ha dado.
Obama asegura no haberse percatado de su poder dialéctico hasta que participó en una marcha contra la segregación racial en la universidad y descubrió que había captado la atención de los asistentes tras empezar a hablar.
Los congregados se quedaron callados y me miraban”, recuerda en Dreams from my father.
¿Se convertirá este presidente en el último que mantendrá la hegemonía sobre el concierto de las naciones? ¿Disminuirá el histórico apoyo a Israel y lo dejará pelear solo ante las naciones árabes? ¿Usted, qué piensa?